El origen de esta tradición no está muy claro, pero parece que viene de los mantos de abrigo de las mujeres del pueblo, fabricadas con  fuertes paños en la zona norte y tejidos más finos en las zonas cálidas de España.

No es hasta el siglo XVII cuando empieza a utilizarse como prenda ornamental, cambiando los vastos tejidos anteriores por encajes y telas mucho más refinadas y hacer uso de la peineta como complemento.

A finales del siglo XVIII y principios de XIX, gracias a la reina Isabel II, muy aficionada a los complementos para el cabello, es cuando esta prenda se pone de moda entre las altas clases y empieza a ser lucida en diferentes actos sociales. A finales del siglo XIX esta costumbre va perdiendo fuerza, pero continúa en Sevilla y en Madrid, donde es utilizada durante el reinado de Amadeo de Saboya y su esposa María Victoria  como protesta a las costumbres foráneas de los soberanos, dando lugar a la famosa «conspiración de las mantillas» cambiando los sombreros por esta prenda tan española.

Actualmente la mantilla ha quedado relegada a un uso exclusivo en  Semana Santa o eventos especiales donde lo permite el protocolo.